viernes, 20 de mayo de 2016

Monólogo

Trinidad Sánchez

Nunca creí que después de varios años iba a volver a pisar mi tierra natal.  Han pasado muchos años desde entonces, la última vez que estuve, seria con solo siete años y ahora echo un hombre vuelvo a ella. Desde que me fui mi vida cambio mucho, a estar acostumbrado a una aldea cómo es esto me tuve que acostumbrar a la ciudad. Aunque no lo parezca el cambio con solo siete años, fue difícil ya que aquí tenía a mis amigos y sabía cómo manejarme por la zona. Mi primer día en la ciudad, no lo quiero ni recordar, bueno como soy una persona de contarlo todo pues te lo voy a contar, solo a ti. Todo empezó cuando llegue al cole, me miraban extraño, yo pensaba que era porque a no tener allí confianza me miraban de esa forma. Pero no, me miraban extraño porque pertenecía a una aldea. Cuando por primera vez pise la clase donde iba a estar las seis horas que me quedaban por delante, me sentí reprochado, ya que todos mis compañeros tenían pupitres compartidos y yo estaba solo en una esquina con miedo. Unas de mis compañera se acercó a mí y me pregunto ¿Si quería sentarme con ella?, yo como no sabía él porque se lo pregunte y ya con mucha amabilidad me contesto que era porque eran impar hasta hoy que he llegado yo. Para no dejarla sola y yo tener compañía me senté junto a ella. Estuvimos charlando hasta que entro en clase la profesora de lengua, era una mujer muy simpática, amable. Empezó a pasar lista, hasta que llego a mí y me pregunto porque me había cambiado de centro, yo muy triste le conteste que mis padres no se podían hacer cargo de mí y que a partir de ahora mis tutores serian mis abuelos maternos.  Ella me cambio de sitio, me puso en primera fila junto a su mesa. Me dio pena de mi compañera ya que había empezado a tener confianza con ella, pero la profesora a darse cuenta de que ella estaba sola, también la cambio y la puso a mi lado. Paso rápido la hora, tras dos horas después. Tocaba el recreo, yo a no tener amigos, me quede en la clase solo, y mi compañera de pupitre que se llamaba Ana María me dijo que me fuera con ella. Que íbamos a estar con sus amistades, así yo también podía pertenecer a ese grupo. Paso volando esa media hora, tocaba volver a clase. Pero esta vez lo hice de forma diferente, ya no la hice con miedo, si no con alegría porque de no conocer a nadie, gracias a Ana maría conocía a varios compañeros. Al terminar el día de hoy, me fui corriendo para  casa de mis abuelos donde me tendría que quedar el resto de mi vida a vivir. Cuando llegue a mi nuevo hogar, ya tenía el plato de comida en la mesa. Tras almorzar, me toco ir a las clases particulares para reforzar lo que hoy había dado en clase. Fueron mis dos peores horas de toda mi vida, porque como no tenía deberes la profesora me puso ejercicios que yo no entendía, me lo explico varias veces pero yo seguía sin entenderlo, es más me puso ejercicios para que lo hiciera en casa. Volví a casa, y mi abuela me tenía preparada la merienda, me quede toda la tarde encerrado, aunque la aldea no estaba muy lejos pero a mis abuelos le daba miedo que me pasara algo.  Me toco preparar la mochila del próximo día, la prepare, cene y me acosté. Aunque no lo parezca para mí fue un día muy duro. Durante varios días, mis profesores hablaban entre ellos sobre mí. Yo me sentía, observado. Un día mi tutora, me pregunto cómo llevaba el cambio y yo para no engañarla le dije que mal, porque ha sido un cambio muy brusco.

No hay comentarios:

Publicar un comentario