domingo, 22 de mayo de 2016

Monólogo


Eva María Gracia

Nunca imagine que este momento fuera a llegar. Estaba allí, en esa parada de autobús, solo, esperándome a mí, o al menos eso veían mis ojos ya que no me permitían poner la vista sobre alguien más que no fuera él. En ese momento quedé paralizado no sabía si bajar del autobús o seguir con mi camino. Se me vinieron todos los recuerdos de mi dulce infancia a la cabeza , la cual había compartido con él en la casa de nuestro padre hasta que tuvimos que separarnos y me tuve que ir a vivir con mi madre. Esos recuerdos estaban llenos de melancolía. Recordé cómo jugábamos a los detectives por la casa y utilizábamos los calcetines sucios de papa como pruebas, o como jugábamos a los pistoleros en el parque de la plaza al anocher las tardes de verano. Todos esos bonitos recuerdos invadieron mi mente hasta que una voz desagradable me dijo:

-¿Señor va a bajar usted del autobús? ¡No tengo todo el día!

-Sí, sí - respondí de inmediato y me dispuse a bajar.

Bajé los escalones poco a poco mirando al suelo pero sabía que él iba  estar ahí esperándome y que no se había ido. Cuando subí la mirada , lo vi. Estaba ahí. En seguida lo reconocí; tenia esa gran cicatriz en la cara que se hizo al lanzarse desde lo más alto del columpio para huir de mi disparo imaginario. Me quedé mirándolo fijamente. Ninguno de los dos nos atrevíamos a decir ni media palabra hasta que de pronto dije:

-¿Hermano eres tú?

-Sí, hermano -respondió con una voz grave. Y en seguida corrió a abrazarme.

Nunca había tenido tantas ganas de abrazar a una persona y el volver a abrazarlo dependía de esa conversación que teníamos pendiente desde hace unos 30 años.  Todo estaba en manos de esa conversación...

No hay comentarios:

Publicar un comentario